jueves, 8 de mayo de 2014

Little Phantom

Este fragmento es especial. Hoy cumple años una de mis mejores amigas, una de las personas que más me ha aportado. Nos unió algo muy fuerte, algo muy especial que a la vez nos apartaba un poco del resto de la gente que nos rodeaba. Fue una de mis primeras lectoras y críticas, fue mi amiga, y mi hermanita. Y, aunque el destino nos hizo tomar caminos diferentes, los malentendidos nos distanciaron, sé que en el fondo ella me sigue queriendo como yo la quiero a ella.
Feliz cumpleaños, Little Phantom.


Las cosas estaban demasiado tranquilas últimamente. Los sombríos pasillos que semanas antes habían estado llenos de fiesta y jolgorio, solo albergaban polvo y oscuridad. El teatro parecía haberse sumido en un terrible sueño después del último accidente.
Como si realmente de un alma en pena se tratara, Blanche paseaba angustiada por los bastidores, el escenario y los pasillos de las butacas con un aire de melancolía y tristeza abrumadora. No entendía como había podido suceder todo aquello. Acariciando el respaldo quemado de una de las butacas de primera fila, sintió como si aquel templo de la música llevara siglos cerrado.
Siguió su paseo diario, el que la ayudaba a no perder la escasa cordura que habitaba en ella, hasta llegar a los camerinos de bailarinas y divas. Una amarga sonrisa apareció en su rostro; el lujo y la riqueza diferenciaban mucho el entorno de aquellas habitaciones, comparadas con el antiguo dormitorio del conservatorio que ocupaba ella.
Los nombres de las bailarinas que habían huido despavoridas en la noche fatal seguían intactos en sus puertas, escritos en hermosas letras doradas de metal. Al fondo, quedaban los camerinos de las grandes actrices, de las divas de la Ópera, las verdaderas estrellas de aquel firmamento de la música.
Sintió un nudo en el estómago al leer el nombre de aquellas mujeres que se habían entregado en cuerpo y alma para ofrecer un maravilloso espectáculo como el que realizaban noche tras noche, aria tras aria. En especial, sintió un pinchazo en el corazón al leer el nombre del camerino del fondo, en el que no dudó en empujar la puerta y acceder.
Polvoriento y con una densa neblina provocada por la ausencia de su propietaria, aun conservaba la esencia de la misma. Los lienzos que habían utilizado para promocionar las operas de las que había sido protagonista, algún que otro vestido olvidado sobre la cama, demasiado cansada quizás de devolverlo al departamento de vestuario, las joyas de cristal rojo que solía utilizar en cuello y orejas, y demás recuerdos que la herían con fuerza ahora que su ausencia estaba más presente que ella misma.
Por último, los ojos de Blanche se posaron en un papelito que se encontraba en el tocador de su antigua amiga. Confusa, no entendía porque le resultaba familiar, hasta que lo tomó en las manos y el nudo en su garganta se pronunció hasta hacer aflorar las tímidas lágrimas de emoción.
Se trataba de un trocito de sus anotaciones como regidora. Ella y Blanche solían huir del escenario y de la presión que ejercía sobre ellas. Solían esconderse en su camerino y ponerse a hablar sobre cualquier tema posible, entre ellos habladurías del teatro o simples consejos de canto. En aquel trozo de papel habían escrito entre dibujos producidos por el puro aburrimiento y alguna florecilla sus nombres, ‘Claire y Blanche’, en su bonita letra.
Pese a que habían tenido diferencias entre ellas debido a su acercamiento al fantasma del edificio, hasta el punto de no asistirla en su última ópera, aún conservaba ahí aquel pequeño trocito símbolo de su amistad. Las lágrimas empezaron a rodar por sus pálidas mejillas, sintiéndose aún más rota. No debió haberse separado de ella de aquella manera. Y no sabía ni siquiera si volvería a verla de nuevo.
Apretó el papelito contra su pecho. Aquel fragmento evocaba solo uno de los muchos recuerdos que conservaba con la diva Claire Moccino. Entre ellos, el primero de todos.

Había sido uno de los primeros días como co-regidora. La libertad de movimiento y acción de la que gozaba no tenían precio, era sencillamente el paraíso. Podía asistir en cualquier momento a cualquier persona, podía formar parte de todo el proceso, estaba en la gloria.
Caminaba por el escenario, una hora antes del ensayo general. Los únicos acompañantes que tenía aquella soporífera tarde eran los tramoyistas que preparaban el attrezzo necesario para la escena a representar. Blanche enrollaba nerviosamente el libreto de aquella ópera, cuando a sus oídos llegó una melodía procedente de bastidores. Se giró, curiosa de quien podía estar entonando aquellas notas, correctas tanto en el tono como en la ejecución, pertenecientes a una ópera no muy conocida, pero sin duda una de sus favoritas.
Descorrió el cortinaje verde oscuro que separaba el escenario de entrecajas y vio a una joven, posiblemente de su edad, con una partitura en la mano. Tenía la cabellera larga y rizada, castaño oscuro sin llegar a ser negro. Su piel era tan blanca como la de Blanche y tenían una altura similar. Ataviada con un sencillo vestido negro y una chaqueta de tela fuerte y cara, ensayaba para lo que parecía su primera actuación en la Ópera Popular.
—Buenas tardes —murmuró Blanche, aprovechando a que su ensayo parecía finalizado—, ¿eres la nueva actriz, verdad?
—¡Sí! ¡O al menos eso espero! —respondió la chica enérgicamente—. Creo que tengo posibilidades, si consigo interpretar a Julieta tan bien como deseo.
—Espera, por eso me era familiar —Blanche se asomó a la hoja de papel que sostenía la joven, leyendo emocionada el título—. ¡Te vas a presentar con el aria principal de ‘Lo Spirito Innamorato’? ¡No me lo puedo creer!
—¿La conoces?
—Qué si la conozco, mademoiselle… ¡Adoro cada nota de la partitura de esa maravilla de la música!
Si se hubieran mirado ambas a un espejo en aquel momento, posiblemente no habrían encontrado mayor similitud en la expresión emocionada y sorprendida de sus rostros. Era como dos hermanas que se habían encontrado por primera vez y se habían dado cuenta de su parentesco solo con verse.
—¿Cómo te llamas? —preguntó la chica, sonriente.
—Blanche, Blanche Lhereux, ¿y tú?

“Claire Moccino”,  leyó Blanche, una vez cerró la puerta tras su paso. Había decidido cerrar de nuevo aquella habitación, como si nadie hubiera pasado por allí desde que su dueña la dejó. El polvoriento nombre de su amiga aún brillaba en las letras cursivas y doradas. Podría haber sido una bonita metáfora de su relación, como algo antiguo y casi olvidado, pero que aún conservaba su brillo y su resplandor. Esbozó una sonrisa, apretando en su mano y con cuidado de no arrugarlo, aquel pequeño trozo de papel.
Iba a luchar, no solo por su amistad con Claire, sino porque ella volviera a cantar, porque la vida y la luz volvieran a entrar en la Ópera. No se iba a quedar de brazos cruzados mientras su sueño, el sueño de su vida, se estancaba en el oído. 

Haría que la música volviera a sonar cada noche en el Palacio Garnier. 

Y que su dueño estuviera orgulloso de su creación.



domingo, 4 de mayo de 2014

Feliz día de la Madre

Antes de pensar en la lógica materialista de este día, prefiero pensar que es un día al año dedicado a esas mujeres que tienen una fuerza extraordinaria día tras día para sacar adelante a sus hijos, criarlos con todos los valores que conocen y que creen imprescindibles, y colmarlos de amor y protección ante cualquier obstáculo que les ponga la vida.

Porque sois el verdadero cimiento de la sociedad,
y no es fácil ser vosotras,
gracias, mamás.

Noble Maiden Fair by seanchaithe

viernes, 2 de mayo de 2014

Ser un niño y crecer

Es muy duro, Kan... Ser un niño y crecer. Es duro y nadie te comprende.


El sigilo danzaba junto a su acompañante el silencio, cuando ella hizo acto de presencia en el rellano de la escalera.
Las llaves entraban torpe y estrepitosamente por la ya holgada y deforme cerradura de su puerta. Cuanto menos ruido intentaba evitar, mas producia.
Al entrar, la luz amarilla del vestibulo, encendida, evocando la luz de un faro en una noche oscura y costera, fue lo unico que la esperaba a aquella hora al llegar a casa. En el interior, reinaba la quietyd y el silencio.
Cerro la puerta tras si, algo extrañada. No era normal que su familia abrazara el sueño tan pronto. Sin embargo, no le quedaba mas remedio que avanzar por la negrura de la sala de estar, sorteando los brincos y mimos de su pequeño gato, hasta llegar a su habitacion.
Mientras se desvestia, somnolienta y cansada, sentia el malestar general que iba creciendo en ella. Notaba como la falta de una reprimenda por aparecer a aquellas horas, pesaba y dolia mas que cualquier bronca o castigo paterno.
Se tumbo en la cama, con una mueca en los labios. ¿Era aquello a lo que se referian con crecer? En parte, entendia que su madre no la reprimiera por llegar a la una de la mañana a casa, tenia ya una edad como para cuidar de si misma. Pero quizas, esa falta de proteccion desmedida era peor aun. Si madurar significaba dejar de preocuparle a sus progenitores, en ambos sentidos de la palabra, cada vez le resultaba menos atractiva la idea de convertirse plenamente en un adulto.
Limpio una rebelde y solitaria lagrima que habia escapado de su ojo izquierdo y cerro ambos, apretando los labios. Ahora no era el momento de lamentarse por lo inevitable. No, ya lo pensaria luego.
Mañana será otro día...